ALE Aletheia, vol. 15, nº 28-29, e198, junio 2024 - mayo 2025. ISSN 1853-3701
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Maestría en Historia y Memoria

Artículos

Donde habita la memoria. Un análisis del Museo Popular de Siloé, espacio de memoria colectiva y resistencia popular

Florencia Scolaro

Universidad Nacional de José C. Paz, Argentina
Cita recomendada: Scolaro, F. (2024). Donde habita la memoria. Un análisis del Museo Popular de Siloé, espacio de memoria colectiva y resistencia popular. Aletheia, 15(28-29), e198. https://doi.org/10.24215/18533701e198

Resumen: El siguiente trabajo tiene por objeto analizar la experiencia del Museo popular de Siloé como lugar de memoria, de acuerdo con la categoría acuñada por Pierre Nora. Para ello, se hace una breve descripción del lugar donde se ubica Siloé tanto en términos espaciales, como socio-históricos. A partir de allí, el escrito refiere a los modos que adquirieron las políticas de memoria en Colombia y el posicionamiento fluctuante del Estado en relación con la Memoria en general, y con el conflicto armado en particular. Para luego, ir acercándonos a la experiencia del Museo Popular de Siloé como espacio de resistencia. Al respecto se hace una caracterización en relación con sus iniciativas, funciones y fines, llegando a considerar que los objetivos del Museo son dos, por un lado que los visitantes conozcan la historia de Siloé, la reivindiquen y repliquen; y por otro, incorporar a los jóvenes y niños en la construcción de la memoria colectiva, adquiriendo un sentido pedagógico que conlleva la edificación de una identidad común.

Palabras clave: Lugares de memoria, Museo, Resistencia popular.

Where memory inhabits. An analysis of the Popular Museum of Siloé, a space of collective memory and popular resistance

Abstract: The following work aims to analyze the experience of the Popular Museum of Siloé as a place of memory, according to the category coined by Pierre Nora. To do this, a brief description of the place where Siloé is located is made, both in spatial and socio-historical terms. From there, the writing refers to the ways that Memory policies acquired in Colombia and the fluctuating positioning of the State in relation to Memory in general, and with the armed conflict in particular. And then, get closer to the experience of the Popular Museum of Siloé as a space of resistance. In this regard, a characterization is made in relation to its initiatives, functions and objectives, coming to consider that the Museum's objectives are twofold: on the one hand, for visitors to know the history of Siloé, to claim and replicate it, and on the other, to incorporate young people and children in the construction of collective memory, acquiring a pedagogical sense that entails the construction of a common identity.

Keywords: Memory places, Museum, Popular resistance.

I. Introducción

Al Occidente de la ciudad de Cali en medio de grandes montañas se erige la Comuna 20, denominada Siloé tal como fue designado el primero de los barrios que la componen. Fundado en 1920 cuando las primeras familias del Viejo Caldas llegaron para asentarse en una zona donde predominaba la explotación carbonífera, e instalarse en terrenos de alquiler. Hoy Siloé, está compuesta por 11 barrios, que arrastran el estigma de la exclusión, la violencia y la marginalidad estructural, conducente a un escenario propicio para el accionar del narcotráfico y las bandas criminales siendo favorable esta realidad para el reclutamiento de niños y jóvenes a los que se ofrece unirse a sus filas.

Esta historia de segregación procede de los comienzos de las barriadas, de hecho la llegada de los servicios públicos como la electricidad y el alcantarillado, deber del Estado Municipal recién se hicieron presentes en la década del ‘70, cuando la explosión demográfica producto de los desplazamientos resultantes de la violencia en las zonas rurales obligó al Estado a dar respuestas a sus habitantes, aunque siempre parciales. Por ello, a esta caracterización socioeconómica se le suma la amalgama cultural que las migraciones provenientes de diversas comunidades del Cauca, Nariño y la Costa del Pacífico han traído a la zona.

Esta situación de matriz primaria se profundizó a raíz de las políticas neoliberales de las últimas décadas,1 lo que condujo a fuertes reacciones populares. Una primera respuesta del pueblo fue volcarse a las calles durante las jornadas del Paro Nacional de 2019. No obstante, las medidas tomadas por el gobierno de Iván Duque no cesaron. La pandemia del COVID 19 agravó los problemas sociales, económicos y políticos ya existentes2 e hicieron parte del estallido social que condujo al Paro Nacional de 2021 escenario en el que se produjo la Masacre de Siloé, hecho en el que fueron asesinados tres jóvenes que en ese momento no se encontraban participando de las manifestaciones. En este punto resulta relevante destacar que la metodología fue similar en los tres casos, ya que los disparos fueron efectuados desde la altura utilizando un láser.

El recuerdo de las víctimas de dicha masacre nos lleva a hacer foco en una de las iniciativas más ricas de la comuna, el Museo Popular de Siloé, fundado en agosto del 2000, que se define como:

espacio vivo de la construcción de la memoria del barrio de Siloé, un lugar para jugar, tocar los objetos, cantar, gritar, escuchar, para reírse y para aprender. El museo es una propuesta de captar la mirada del mundo hacia un territorio que ha sido segregado y estigmatizado en Cali, Colombia (Gómez y Hetzer, 2021, p. 6).

Teniendo en cuenta la coyuntura actual que atraviesa el país, donde se percibe una política fluctuante en relación con el conflicto armado aún no concluido y el proceso de paz, en este trabajo se considera al Museo Popular de Siloé como un espacio que intenta operar como registro de tales episodios y como escenario que contribuya a generar nuevas apreciaciones y prácticas pedagógicas relativas al conflicto y la historia de las barriadas de la Comuna 20. Por ello, en este escrito se asume al Museo Popular de Siloé como un “lugar de memoria”. En términos de Pierre Nora, “son lugares en los tres sentidos de la palabra material, simbólico y funcional” (2008, p. 33) que aportan a la construcción de la memoria social (Halbwachs, 2004).

Para ello, se utilizará una metodología asociada a la hermenéutica de corte cualitativo que coloque la mirada en la observación de los relatos memorísticos construidos por el museo. Por ende, el propósito es profundizar, mediante nuevas percepciones y narrativas, una historia ‘desde abajo’ (Hill, 1972, Thompson, 1977, Hobsbawn, 1974) que active la memoria y desestigmatice a una población cuyo pasado ha permanecido oculto por efecto de la fragmentación social.

II. La memoria en relación con el conflicto armado. Una larga cadena de desavenencias

Los acontecimientos acaecidos durante mayo de 2021 en Siloé son parte de un continuum de violencias que han caracterizado al proceso colombiano, donde la respuesta estatal a toda manifestación política ha sido siempre violenta. Esta lógica de larga duración se remonta a la guerra civil entre conservadores y liberales durante el siglo XIX, y se profundiza con posterioridad al asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, que tuvo lugar el 9 de abril de 1948 en Bogotá.

Consideramos entonces, el accionar represivo como parte de una maquinaria de disciplinamiento conducida en forma sistemática por el Estado y los sectores dominantes de la que forman parte como brazo ejecutor, tanto agentes estatales como actores al margen de la ley, ocultando luego las consecuencias. Complementariamente, la política estatal en relación con la memoria sobre estos hechos ha ido de la mano del negacionismo. A través del ocultamiento o del recuerdo parcial silenciando o cercenando los testimonios de las víctimas, y por lo tanto construyendo una historia oficial que niega ciertos aspectos claves de lo acontecido.

A lo largo de estos años se han conformado en varios momentos comisiones de la verdad de las que han sido parte especialistas en la materia, y cuyo objetivo central fue conocer las causas de la violencia y sus formas de manifestación en el país, pero en ellas, la memoria, el reconocimiento de responsabilidades principalmente por parte del Estado y por último, la palabra de las víctimas no fue ponderada (Zuluaga Aristizábal, 2019, Jaramillo, 2011, Jaramillo, 2014).

No obstante, debido a los acontecimientos de los últimos años se han producido algunos cambios interesantes en cuanto a las políticas de la memoria, en parte como producto de los nuevos vientos coyunturales que trajo la firma del Acuerdo de Paz con las FARC, y como resultado, el surgimiento de la Justicia Transicional para la Reparación y la no Repetición, y la creación de la Comisión de la Verdad que ya ha dado a conocer su Informe. En paralelo, han surgido sendos organismos de Derechos Humanos creados al calor de las luchas llevadas adelante por los familiares de víctimas de la represión, integrados entre otros por las madres de los falsos positivos.3

Un caso paradójico en este sentido es el del Grupo de Memoria Histórica reconvertido posteriormente en Grupo Nacional de Memoria Histórica. Creado a partir de la Ley 975 de 2005 conocida como Ley de Justicia y de Paz en el marco del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, su objetivo era dilucidar las causas, desarrollo y consecuencias del accionar de los grupos armados ilegales por ser la memoria un deber del Estado. Es de destacar, que por primera vez se incorporaba la noción de “deber” como parte de las prerrogativas del Estado, sin embargo, se omitían las responsabilidades de dicho Estado en el conflicto armado, puesto que “el enemigo”, era considerado una “amenaza terrorista” para la sociedad colombiana.

Asimismo tampoco se tenía en cuenta la palabra de las víctimas en pos de erigir una memoria histórica democrática y plural. Aunque muchos de los miembros del Grupo de Memoria Histórica marcaron desde un primer momento disidencias con el gobierno, al denominar al conflicto armado como “guerra” y no como “amenaza terrorista”.4

En el año 2011 a partir de la Ley 1448 conocida como Ley de Víctimas y Restitución de Tierras se convertía en el Centro Nacional de Memoria Histórica en adelante CNMH. Dicha Ley aprobada durante el gobierno de Juan Manuel Santos, marcó una ruptura con el modo en que se había abordado el conflicto armado en el gobierno anterior.

En esta línea dos fueron los principios fundamentales, en primer lugar, ya no se hablaba de “amenaza terrorista” sino de “conflicto armado”, y en segundo lugar, el Estado comenzaba a recabar información para incluir las voces de las víctimas. De esta nueva mirada se desprendían, una nueva manera de encarar la memoria, así como una salida negociada al conflicto. La memoria y la paz se fueron convirtiendo en temas recurrentes y permitieron la emanación de las fracturas que dejó como resultado el conflicto, incluso al interior del Estado donde se hicieron evidentes las posturas disímiles, representadas por las diversas instituciones y los actores que las componían (Zuluaga Aristizábal, 2019).

Esta situación se agudizó con la llegada de Iván Duque a la presidencia en el año 2018, quien desde el día en que asumió empezó a modificar la imagen del Centro Nacional de Memoria Histórica, siendo uno de los cambios fundamentales el nombramiento de un nuevo director. El elegido fue Darío Acevedo, un personaje que se había dedicado a atacar las labores del CNMH aduciendo que el estado no debía financiar organismos que lo atacaban a los que consideraba defensores del enemigo, las FARC. Acevedo asumió una postura negacionista, vedando los anteriores avances, en relación a la mirada sobre los hechos del pasado, y volviendo a la obsoleta categoría de “amenaza terrorista”.5 A su vez, el gobierno de Duque se planteaba la posibilidad de construir una memoria oficial, negacionista del conflicto armado, que además, vilipendiaba la Ley de Víctimas (Zuluaga Aristizábal, 2019). La posición negacionista del Estado, corporizada en la figura de Acevedo alcanzó niveles insospechados cuando llevó adelante un cambio en el guion del Museo de la Memoria,6 que daba cuenta de una política gubernamental encargada de ocultar la palabra de las víctimas. Esto derivó incluso en una causa judicial iniciada por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP)7 contra Darío Acevedo por incumplimiento de los deberes de funcionario público al violar abiertamente la Ley de Víctimas. Frente a esta situación se fueron construyendo posturas en favor y en contra, no sólo por parte de los organismos de Derechos Humanos, sino también por amplios sectores de la sociedad civil. No olvidemos que tal como explicita Elizabeth Jelin (2002), la memoria es un campo en disputa, donde las memorias de los dominantes y dominados se entrecruzan, generando una lucha por las narraciones y sentidos del pasado (Jelin, 2017).

En esta coyuntura de ausencia de políticas de Estado en relación con la reparación a las víctimas del conflicto armado, el ahondamiento del negacionismo, y una clara profundización de las políticas neoliberales es que se desata el Paro Nacional de 2021, contexto en el que se produce la Masacre de Siloé que tiene como característica sobresaliente un fuerte sesgo disciplinador.

En relación con esto, el reclamo de justicia y la lucha contra la impunidad se vuelven imperiosas. Se hace evidente, que Colombia no se encuentra aún en un escenario de postconflicto, esto ha sido demostrado a partir de los insistentes intentos que se han hecho por normalizar a la sociedad colombiana aduciendo tal como hemos visto una lucha contra el terrorismo que niega la existencia del conflicto armado. Es por ello, que aún no se ha dicho todo lo decible y lo indecible sobre él (Archila, 2020). Y lo más grave es que se han invisibilizado los reclamos de justicia, la palabra de las víctimas y en consecuencia sus memorias. En suma, la sociedad colombiana ha sido sometida a un proceso de domesticación, disciplinamiento y silenciamiento (Pollak, 2006), no sólo en relación con el pasado, sino en su cotidianeidad.

Es aquí, donde la palabra de las víctimas cobra especial trascendencia, en esta lucha, donde sus memorias deben dar la pelea contra el negacionismo impuesto por el Estado y los grupos de poder. La memoria de las víctimas de la Masacre de Siloé y de los sectores populares en general, debe buscar en este plano su legitimación, ya que es a partir de la elaboración de los sentidos del pasado como se construye agencia. Esto permitirá accionar sobre el presente buscando justicia a partir del desarrollo de políticas públicas de reparación.

En este punto, recordar comporta un quehacer, consistente en iniciar un quiebre con las huellas, los huecos y el vacío dejado por el trauma de lo vivenciado en pos de laborar con el recuerdo constituyéndose en un ejercicio liberador (Ricoeur, 2000). De esto se desprenden varias cuestiones, en primer lugar, la reestructuración de la subjetivación de cada una de las víctimas en términos individuales, que les dará la capacidad de elaborar el pasado para la formación de una nueva identidad en términos positivos. Y en segundo lugar, permitirá la articulación de las diversas subjetividades para la elaboración de los hechos pasados posibilitando la articulación con otros/as encontrando puntos de acuerdo y disímiles, que conlleva la elaboración de una matriz simbólica común para la constitución de sujetos políticos y de acción (Delgado Barón, 2014).

En este sentido, la reconstrucción del pasado por parte de la sociedad civil habilita la formación de sujetos críticos que intervengan política y socialmente en la germinación de un proceso memorístico que facilite una ruptura con el negacionismo existente en cuanto a los hechos de violencia. El rompecabezas que queda por armar a partir de la capacidad de recordar permitirá dar la puja por la edificación de una verdad donde las víctimas sean protagonistas (Delgado Barón, 2014).

III. El Museo Popular de Siloé

En la década del ‘80, el historiador francés Pierre Nora acuñó la noción de lugar de memoria para mencionar a todos aquellos espacios donde se materializa y ampara la memoria colectiva local o nacional de cualquier comunidad o sociedad. En este sentido, será considerada lugar de memoria toda unidad significativa que condense, cristalice, refugie y/o exprese la memoria colectiva a través de elementos materiales o ideales fundamentales para una Comunidad (Allier Montaño, 2008). Nora define “a los lugares de memoria en primer lugar como, restos. La forma extrema donde subsiste una conciencia conmemorativa en una historia que la convoca porque la ignora” (Nora, 1984, p. 24), por ello deben hacerse visibles. Para él, los lugares de memoria:

son lugares en los tres sentidos de la palabra: material, simbólico y funcional. Lo que los constituye es un juego de la memoria y de la historia, una interacción de los factores que llega a su sobreestimación recíproca. El pensador francés entiende que la curiosidad por los lugares donde se cristaliza y se refugia la memoria está ligada a un momento particular de nuestra memoria (Colosimo, 2018, p. 6).

Allí donde se hace imperiosa la necesidad de encontrar en el pasado nuevas explicaciones para el presente.

El trabajo de Nora ha sido un aporte importante para comenzar a profundizar en las nociones de historia y memoria, comprender sus similitudes y diferencias, así como para emprender una historia de la memoria desde estos lugares y no sólo mediante la discusión en el espacio público. No obstante, hay que destacar que sus concepciones fueron hechas para el contexto francés y por lo tanto, se apoyan en memorias de larga duración basadas en representaciones pasadas, que bien responden a tradiciones estables. En el contexto latinoamericano en general, y en el caso de Colombia en particular, hacer memoria no remite solamente a la identidad nacional basada en las tradiciones, sino que adquiere un sentido político, en el que los lugares consagrados a la memoria alcanzan una cualidad de denuncia y se proponen repercutir en las democracias modernas pensando no sólo en el presente, sino también el futuro (Schindel, 2009).

En esta coyuntura, el Museo Popular de Siloé adquiere un lugar preponderante. Situado en la comuna 20, Siloé se erige como una de las barriadas más antiguas de Santiago de Cali. El primitivo poblamiento de la zona se produjo a fines del siglo XIX, en cercanía de la hacienda Cañaveralejo. No obstante, se masificó durante el siglo XX en dos etapas migratorias. En una primera etapa, migraron una gran cantidad de trabajadores para cumplir labores en la “parte alta”,8 donde se encontraban las minas de carbón. Luego, en un segundo período, se produjeron nuevas migraciones vinculadas al desarrollo del conflicto armado.

La historia de Siloé lo coloca como un barrio marginalizado y sometido al abandono que carga con el estigma de ser considerada una de las comunas más violentas de la ciudad. Sin embargo, a diferencia del sentido común que ubica a los habitantes de la ladera como víctimas del abandono estatal, en Siloé existen múltiples formas de construcción y organización popular. El Museo Popular de Siloé, es una de ellas. Ubicado en la casa de David Gómez,9 el Museo recupera la historia de la Comuna 20 desde sus orígenes, haciendo hincapié en los hechos más relevantes para la comunidad, remarcando la vinculación entre los acontecimientos locales y nacionales, y dando un lugar destacado al conflicto armado. Además, en el Museo se desarrollan diversas actividades para jóvenes y niños, como talleres de pintura, música y teatro. También se acompañan algunas tradiciones como la de “los tambores y los diablitos encandilados”. Los Diablos de Siloé, constituyen una tradición que se remonta a comienzos del siglo XX, cuando migraron los primeros trabajadores para desarrollar labores en la mina de carbón. Proveniente de las costumbres de comunidades indígenas de la región. En la actualidad, cuenta con la participación de niños, jóvenes y adultos que en el mes de octubre, salen a las calles disfrazados e interpretando a diversos personajes de la cultura popular como el diablo, la calavera, la culona, el viejito y la viuda alegre, mientras bailan los diferentes ritmos que van tocando en bombos y tambores y a su paso recogen monedas que les dan los habitantes de los barrios que visitan.

En función de lo dicho hasta el momento, entendemos al Museo Popular de Siloé y sus iniciativas como lugares de memoria en tanto y en cuanto se edifica como una forma de incorporar al tejido urbano, los espacios en donde actores, en este caso no oficiales logran entretejer y darle materialidad a la memoria (Jelin, 2002). Así, los lugares de memoria se erigen como espacios vacíos que lentamente se van cargando de contenido. En estos espacios aparece la relación pasado, presente y futuro, poniendo sobre la mesa el vínculo temporo-espacial de las memorias como parte de las luchas políticas del hoy y del mañana. En el caso de Siloé, estamos ante una memoria que ha sido negada por el Estado. Es por ello que, en esta coyuntura el Museo se erige como un espacio de resistencia a esa negativa a ejercer el recuerdo. En este sentido:

a través de cada uno de los objetos se va contando la historia de Siloé, para que lo negativo no se repita y lo positivo se mantenga. En los objetos usados se refleja lo vivido. Los objetos son tesoros de vida y dan testimonio de ellas, que se pueden palpar, tocar y reutilizar en el juego (Gómez y Hetzer, 2021, p.6).

Entre los objetos destacados se encuentran, los disfraces de diablitos, los trajes utilizados para los bailes típicos, instrumentos y obras de arte propios de la cultura popular. Asimismo, esto es acompañado por una exposición fotográfica que recorre la historia de la comuna. En este punto, es importante destacar que la existencia del Museo ha permitido activar otras iniciativas en relación con la memoria, son un ejemplo de ello la “ruta de la memoria" compuesta por los denominados “lugares emblemáticos" y “los personajes históricos”, así como el libro de fotografías Siloé resiste a través del tiempo.10

La Ruta de la Memoria puede definirse, como una acción turística para combatir los estigmas existentes con respecto al barrio, en ellas se muestra a través de caminatas su matriz identitaria. David Gómez, impulsor del Museo, guía las caminatas mientras va narrando las historias, anécdotas y luchas del pasado de la comuna, que sus habitantes consideran relevantes. Allí se visitan puntos de referencia clave tales como la “Galería de Siloé” – el primer mercado del barrio– construido en 1961 y abierto al público un año después. Del mismo modo, forman parte también de este paseo, el “Mirador, yo amo a Siloé”, el “Monumento contra la opresión”, la “Capilla Lleras Camargo” y la “Cascada de Siloé” utilizada antaño como espacio recreativo por los habitantes de la comuna. Al mismo tiempo, se dan a conocer “personajes históricos” relevantes como Norman Emilio 'el Barby' Ortiz –jugador de fútbol que fue figura en la comuna– y Jackeline Rentería –deportista que ha participado en los Juegos Olímpicos.

Como parte de la caminata asisten al Museo Popular de Siloé donde se realiza una reivindicación de las víctimas del 3 de mayo de 2021, hecho conocido como la Masacre de Siloé, donde fueron asesinados 3 jóvenes víctimas de la represión,11 que no se encontraban formando parte de la movilización.12 Recordemos que el levantamiento popular se desarrollaba en el marco del Paro Nacional contra las medidas impuestas por Iván Duque, identificadas popularmente como el “Paquetazo económico”. Estas medidas consistían en una Reforma Laboral y una Pensional. La laboral permitiría la contratación por horas, el pago a los jóvenes por debajo del salario mínimo, que se establecería en forma diferencial por regiones, continuando así con la política fallida de reducir los costos laborales como herramienta para generar empleo y atacar la informalidad. La pensional implicaría aumentos en la edad de pensión y en la cotización así como la eliminación del régimen público de prima media y la obligatoriedad del sistema de ahorros individual, lo que implicaría la subordinación del derecho a la pensión a los intereses de los fondos privados de pensiones. Al mismo tiempo, los convocantes también exigían el cumplimiento del Acuerdo de Paz firmado en el año 2016 entre las ex FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el gobierno de Juan Manuel Santos.

No obstante, el Paro Nacional concitó desde el primer día una gran cantidad de demandas que no necesariamente estaban contempladas en el primer pliego de reivindicaciones, sino que lo rebasaban y que lentamente fueron sumándose hasta convertirse en una cadena de demandas. Así de ese modo, las luchas del estudiantado, de las mujeres, el colectivo LGTBIQ+, el campesinado, los trabajadores, la juventud, los pueblos originarios con la Minga y los afrocolombianos, salieron a manifestarse contra el fracking, los asesinatos de líderes sociales en las regiones, y en defensa del agua, de la tierra y de la vida.

Detrás de todas estas manifestaciones, hay décadas de neoliberalismo, una etapa caracterizada por la exclusión, el extractivismo, la depredación del medio ambiente y la situación oprobiosa en términos económicos. Así como también, una falta de políticas públicas consistente en dar respuesta a las demandas a nivel local y nacional, lo que derivó en una desconfianza para con los gobiernos Nacional y locales (Archila Neira, 2020).

De todo ello, se da testimonio en la caminata y en la recorrida por el Museo donde se expone un barril que dice “la paz se consigue con oportunidades”. El Museo conserva los rostros de los jóvenes asesinados, pero esta resistencia no se concentra solo en el plano material y narrativo aportado por la memoria fotográfica, ya que a lo largo de estos años, quienes forman parte del Museo han acompañado la lucha de los familiares de los jóvenes asesinados, llegando a conformar incluso el Tribunal Popular de Siloé, una instancia simbólica para juzgar los crímenes cometidos contra estos jóvenes por parte de la fuerza pública. En este escrito, se considera al acto de las recorridas y el recordatorio de la Masacre de Siloé como una performance, vocablo francés cuyo significado deriva de los estudios antropológicos que hacen foco en situaciones dramáticas atravesadas por un colectivo de personas en un espacio y tiempo específicos. Al respecto, Diana Taylor afirma:

Por Performance se entiende lo restaurado, lo reiterado […] crea un espacio privilegiado para el entendimiento del trauma y la memoria. El trauma y sus efectos pos traumáticos siguen manifestándose en el cuerpo mucho después de que haya pasado el golpe original. El trauma regresa, se repite en forma de comportamientos y experiencias involuntarias. Aunque la performance no es una reacción involuntaria, lo que comparte con el trauma es que también se caracteriza por lo reiterado (2000, p. 34).

Las recorridas suman así a la performance de la memoria social, que intenta transformar el trauma ante aquello no resuelto y/o elaborado a través del duelo (La Capra, 2005), en lucha y resistencia. El libro Siloé resiste a través del tiempo, aporta en este sentido. Compuesto por un conjunto de fotografías que atestiguan la historia de Siloé y de sus habitantes. En sus primeras páginas, reivindica la fotografía como un modo de construir la memoria colectiva, que sea asequible para el conjunto. Al considerar que es dificultoso acceder a la memoria de los sectores populares a través de documentos escritos. La fotografía zanja esta cuestión al rescatar del silenciamiento el patrimonio cultural de la ladera a partir de la recuperación de los documentos visuales, sistematizándolos e interpretándolos (Gómez y Hetzer, 2021). Estas imágenes, cuando están dispuestas todas juntas, resultan un dispositivo narrativo que busca transmitir las dimensiones generales y particulares de la vida en Siloé. Permiten reconocer, la materialidad de estas vidas, sus marcos familiares, los paisajes que transitaron, las rutinas de sus vidas cotidianas, los proyectos familiares, de pareja, individuales o colectivos. La transmisión de la memoria tiene aquí dos objetivos, por un lado que los visitantes conozcan la historia de Siloé, la reivindiquen y repliquen, por otro, incorporar a los jóvenes y niños en la construcción de la memoria colectiva y en los modos en que las mismas se fueron transmitiendo, adquiriendo un sentido pedagógico que conlleva la edificación de una identidad común. En este sentido, no pueden pensarse como simples ilustraciones, ya que brindan el acceso a saber quiénes eran, los habitantes de esta comuna, y cuáles son, sus representaciones y percepciones sobre el pasado, el presente y el futuro.

IV. Conclusión

En este trabajo, se realizó un recorrido por las políticas de memoria en Colombia, para luego hacer hincapié en el caso particular del Museo Popular de Siloé. Desde el Museo casa, pasando por el libro y las recorridas, el escrito, se concentró en analizar las diversas iniciativas del espacio cuya intención central es construir la memoria colectiva de la barriada.

En este sentido, si volvemos sobre el concepto de memoria, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la memoria como campo de conocimiento se transformó en un tema de enorme relevancia para las Ciencias Sociales, transmutando al mismo tiempo en una estrategia de lucha para los grupos sobrevivientes de diversos genocidios acontecidos en todo el globo. Así, primero el Holocausto en Alemania y luego las dictaduras latinoamericanas, fueron el puntapié inicial para la incorporación al campo de las Ciencias Sociales de este concepto. De este modo, la memoria se convirtió en un eje ordenador de los reclamos y la puja política en relación con lo que se recuerda y se silencia. En este escenario, el caso colombiano posee su singularidad, ya que a diferencia del caso alemán o el argentino, donde el Estado se puso a la cabeza de las luchas por Memoria, Verdad y Justicia; en Colombia el Estado ha tenido una lógica pendular en relación con la memoria sobre el conflicto armado, adquiriendo en los últimos años, posiciones negacionistas en torno al conflicto y sus implicancias, que conducen en el plano social a la reproducción de la marginalidad y la exclusión.

En esta coyuntura el Museo Popular de Siloé se escapa de la categoría desarrollada por Marc Augé (1992), quien se refería a los no lugares, para remarcar a aquellos espacios transitorios, que no tienen suficiente importancia para quien los habita, para convertirse en aquello que Pierre Nora (2008) acuñó como los lugares de la memoria. El museo se erige así, como un espacio de resistencia, lucha y reivindicación de la identidad cultural, de los sectores subordinados de Colombia.

La memoria ya no es entonces, un mero acto repetitivo con un discurso unívoco fiel a la utilización que de ella hacen los gobiernos neoliberales, sino que se convierte en un acto heterogéneo (Huyssen, 2002), que debe asimismo, hacer la búsqueda para correrse de la singularidad de los hechos descritos. Sólo de ese modo, podrá ser extrapolada a otros casos lo que permitirá constituirla en una memoria ejemplar cuyo objetivo más importante es la no repetición de hechos aberrantes (Todorov, 2000).

Referencias

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Notas

1 Son ejemplo de ello, la imposibilidad de acceder a una vivienda digna, como los cercenados derechos a la salud y a la educación. Asimismo, la falta de políticas públicas en relación a los desplazamientos de víctimas del conflicto armado agrava la situación.
2 No olvidemos los profundos conflictos que ya componían la estructura socioeconómica, atravesada entre sus condimentos más sobresalientes por la política Neoliberal, el paramilitarismo, el narcotráfico y el conflicto armado, y los entrecruzamientos entre los diversos actores que componen el entramado social.
3 Hace referencia a una política deliberada por parte del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, puesta en práctica por las fuerzas armadas cuyo fin fue asesinar civiles haciéndoles pasar por bajas en combate en el marco del conflicto armado.
4 Dejando clara la existencia de bandos enfrentados, y dando carácter político a los actores armados.
5 Muy presente durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
6 El Museo de la Memoria nace como parte de las políticas de memoria durante el gobierno de Juan Manuel Santos, y desde sus comienzos tuvo como rasgo central el desarrollo de una política de Reparación y no Repetición que se correspondía con la Ley de Víctimas, Ley 1448.
7 La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) es uno de los componentes de justicia del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición, originado en el marco del Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc-EP. La JEP tiene la función de administrar la justicia transicional y verificar aquellos delitos que se hayan cometido durante el conflicto armado, es decir, antes del 1 de diciembre de 2016.
8 Se conoce de este modo a la zona que se encuentra en las laderas de las montañas.
9 Líder social y comunitario muy influyente en la comuna 20 en general, y en los barrios que la componen en particular.
10 Publicado por el Museo Popular de Siloé en el año 2021.
11 Los jóvenes eran Harold Rodríguez, Kevin Agudelo y José Ambuila, quienes no practicaban el activismo político y por lo tanto, no ocupaban lugares de relevancia dentro de la comuna. Sin embargo, el recuerdo de sus familiares y del conjunto de los pobladores de Siloé los convierte en estandarte de la lucha que llevan a cabo las víctimas contra la política de disciplinamiento social llevada adelante por el Estado colombiano.
12 Es menester aclarar que, Cali fue epicentro de la movilización durante los días del Paro Nacional.

Recepción: 12 Septiembre 2023

Aprobación: 01 Diciembre 2023

Publicación: 01 Julio 2024



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