Dosier:
A 50 años de 1973. Argentina, Chile y Uruguay
A 50 años del golpe de Estado: reflexiones sobre la revolución y la historia reciente desde la militancia feminista
Resumen: Se presenta la entrevista a Mafalda Galdames, activista y militante de larga trayectoria en el movimiento de mujeres y feminista, como también del Partido Socialista en su juventud, cuya vida abarca desde los años previos a la Unidad Popular, como joven estudiante secundaria; pasando por el gobierno de Salvador Allende, en el cual tuvo un fuerte compromiso con los cambios sociales y políticos que este emprendió. La dictadura cívico militar chilena la llevó, como a otras miles de personas, al exilio en México, donde se acercó al feminismo, a partir de cuál redefinió sus intereses y práctica política. En el contexto de los 50 años de la conmemoración del golpe de Estado chileno, y de auge de políticas negacionistas, la historia de vida de Mafalda permite reflexionar sobre temas como el compromiso político, la militancia, el feminismo, la resistencia y la derrota.
Palabras clave: Feminismo, Unidad Popular, Dictadura, Militancia.
50 years after the coup: reflections on the revolution and recent history from feminist militancy
Abstract: The interview with Mafalda Galdames is presented, an activist and militant with a long career in the women's and feminist movement, as well as in the Socialist Party in her youth, whose life spans from the years prior to Popular Unity, as a young student. high school. ; going through the government of Salvador Allende, in which she had a strong commitment to the social and political changes that she undertook. The Chilean civic-military dictatorship led her, like thousands of others, into exile in Mexico, where she came closer to feminism, from which she redefined her interests and political practice. In the context of the 50th anniversary of the commemoration of the coup in Chile, and the rise of denialist policies, Mafalda's life story allows us to reflect on issues such as political commitment, militancy, feminism, resistance and defeat.
Keywords: Feminism, Popular Unity, Dictatorship, Militancy.
La entrevista que aquí presentamos se enmarca en un contexto particular, como es la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado cívico militar en Chile. A partir de aquello, surge la interrogante respecto de por qué es tan importante la memoria histórica de esta etapa de la historia del país, ya que nos interpela respecto de qué nos ocurre como sociedad y cómo la dictadura sigue marcando los debates del presente y los derroteros del futuro; más aún, en un momento marcado por el auge del negacionismo, donde sectores de la derecha chilena buscan recuperar la figura de Pinochet como un “estadista”, mientras otros que vuelven al discurso mesiánico de los militares como salvadores de la patria frente al “caos marxista”; hasta aquellos que no sólo minimizan sino que inclusive niegan o justifican las violaciones a los derechos humanos.
Es así que, en conmemoraciones como esta, se nos presenta la necesidad de recordar y de traer al presente nuestras memorias; como un imperativo de contar las experiencias traumáticas, de dolor y rabia pero, también, de resistencia y solidaridad (Jelin, 2002). Es por ello que, la memoria histórica, social y personal, es tan relevante. Por un lado, rememorar nuestra trayectoria de vida es un ejercicio que nos permite recorrer las decisiones tomadas, donde la distancia temporal de coyunturas políticas como las que nuestra entrevista vivió, donde se concibe una memoria que se articula a partir de desplazamientos y reconfiguraciones, según las necesidades del presente, donde las alegrías y derrotas adquieren también otros significados, porque se anclan a un presente vivo, el que -en este caso- también está marcado por la cercanía de la revuelta social de 2019 y la derrota del plebiscito de 2022. Así mismo, el ejercicio de memorialización permite superar aquellas trabas impuestas en el pasado reciente relacionadas con la impunidad y el olvido, donde aspectos como la militancia y el activismo, como sentido de vida, se borraban e inclusive se criminalizaban, dejando sólo la posibilidad de presentarse cómo víctima. Sin embargo, desde la experiencia de las y los sujetos que vivieron aquellos años, y que sufrieron la persecución y represión de la dictadura, se ha cuestionado la figura de la víctima, recuperando también la resistencia y la sobrevivencia, como estrategias de construcción de identidad y de construcción de sentido.
El objetivo de la entrevista que acá presentamos es, precisamente, visibilizar el sentido de la militancia, el activismo y la resistencia como prácticas sociales que siguen activas. Para nuestra entrevistada, el camino de la participación política se inició en la adolescencia, trazando una trayectoria de vida hasta la actualidad, a pesar de las derrotas y cuestionamientos. La historia de vida de Mafalda, nos acerca a las experiencias de una generación que transitó la participación juvenil y estudiantil con la militancia partidaria -en un contexto donde los partidos políticos tenían otra densidad y reconocimiento- como también el entusiasmo por la Unidad Popular (Santa Cruz, 2020) y la crudeza de la dictadura, a partir de la cuál se generaron una serie de fracturas de vida, como fue el exilio, pero que también posibilitó conocer el feminismo como sentido político de vida. Asimismo, se nos presenta una memoria que se conecta con la de cientos de mujeres que realizaron un tránsito hacia las ideas y participación feminista, que les permitió cuestionar su accionar político militante tradicional. La memoria de Mafalda, como la de tantas otras mujeres que resistieron a la dictadura cívico militar, es un acto de preservación identitaria del colectivo al cual pertenecen, revalidando y reafirmando el sentido de pertenencia a colectivos feministas que se forjaron en la lucha contra la dictadura cívico militar.
Mafalda, poeta feminista, inició sus primeros pasos como militante en octavo básico en la Escuela Técnica Femenina N° 2, a partir de lo cual vivió y experimentó ese movimiento histórico que marcó a toda una generación, como fue la reforma educacional de mediados de 1960. De esta manera, la vida de nuestra entrevistada se va entrelazando con los procesos históricos que van marcando también la época; la discusión sobre la reforma en la educación, donde se pedía más participación y se cuestionaban las diferencias de clase, en función de conseguir una educación para más democrática e inclusiva. Asimismo, las federaciones estudiantiles -secundarias y universitarias- eran reconocidas por su nivel de organización y participación, que no se limitaba solo a temas estudiantiles, sino que también abarcaban lo cultural y lo social; aunque cabe señalar que existieron profundas diferencias políticas, ya que también se fue consolidando en el movimiento secundario -como en otros grupos sociales - un sector de oposición (Rojas, 2009), que fue base social del proyecto dictatorial. Otro aspecto importante de la participación política de aquellos años fueron los trabajos voluntarios, que permitían a las y los jóvenes conocer diversas realidades, como también la vinculación con otros sectores como trabajadores y campesinos.
Para Mafalda estos primeros pasos fueron decisivos y actuaron como el cimiento necesario para los años venideros. Esta temprana militancia le permitió expresar sus ideales y contribuir a los desafíos que se presentaron durante la Unidad Popular, donde participó activamente desde dos frentes: como estudiante y militante del Partido Socialista, en épocas donde ser militante era común, y el no serlo era lo inusual. Tras el golpe de Estado, Chile experimentó una transformación en todos los ámbitos, con la implantación de un nuevo modelo económico, social y cultural, sostenido en la privatización de la economía y la vida, el individualismo, la competencia, y la idea de un Estado subsidiario; además, esto se plasmó específicamente en cómo entender y hacer política. En un contexto profundamente autoritario y represivo, donde la detención, la desaparición, la tortura y la desconfianza se naturalizaban, nuevas prácticas políticas se desarrollaron, como la clandestinidad, que significaban un imperativo de sobrevivencia tanto personal, como para las y los compañeros de militancia, pero que también instaló un modo de hacer política donde la seguridad, lealtades y confianzas fueron fundamentales.
El feminismo llegó a la vida de nuestra entrevistada en el exilio en México, donde vivió este acercamiento a partir de la relación con otras mujeres latinoamericanas exiliadas, con quienes comenzó a comprender el feminismo y a tomar conciencia, a través de sus propias historias de vida y de lo que a ellas les sucedió, de su propia experiencia. El feminismo fue crucial, porque significó cuestionar y debatir sobre el papel de las mujeres en la militancia política, la participación, el comportamiento de los compañeros militantes, el rol que ellos le designaban a las mujeres dentro del partido -como mujeres madres, secretarias, cuidadoras- y cuestionar las normas impuestas en los partidos políticos (Follegati, 2020), los roles que cumplían las mujeres al interior de ellos, entre otras cosas. En palabras de Mafalda, este fue el momento del despertar de su “conciencia feminista”. Ese proceso, permitió a una generación importante de mujeres, preguntarse por el sentido de lo político y cuestionar a los partidos tradicionales, que en general concebían las demandas feministas como de segundo orden, que serían abordadas una vez que se solucionara el problema central de clase. Como lo señaló Julieta Kirkwood, estos partidos -de izquierda y centro izquierda- tendieron a subordinar e invisibilizar las demandas de las mujeres, destacando, por el contrario, que la política feminista era una negación del autoritarismo (Kirkwood, 1986). Era la época de elaboración y colaboración de las mujeres, de su tremendo rol en la lucha por verdad y justicia, de construcción de organizaciones de derechos humanos, de defensa de la vida, y, también, de organizaciones feministas que fueron fundamentales en la lucha contra la dictadura, desde las que se propuso la famosa consigna “democracia en el país, en la casa… en la cama”, como también una serie de demandas que fueron presentadas a la coalición de partidos por el No.
En definitiva, la reflexión y acción de las mujeres permitió cuestionar las normas políticas en el contexto de la dictadura, planteando una serie de temáticas relacionadas con los derechos sexuales y reproductivos, la democracia o la violencia, en lo que algunas autoras han denominado como una nueva ola feminista en América Latina, pero que, sin embargo, también es cuestionado desde sectores del feminismo descolonial e interseccional, ya que esta denominación proviene muchas veces de los feminismos del norte. La transición pactada a la democracia y los inicios de los gobiernos concertacionistas, tensionaron y generaron importantes debates en el movimiento de mujeres y feministas, que suelen reconocerse bajo la discusión de “autónomas” e “institucionales” dando cuenta de aquellas que se insertaron en los espacios de gobierno, a través de la creación del Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), la elección de diputadas, etc., mientras otro sector se planteó de manera crítica y alejada de estos espacios (Hiner y López, 2021).
El lugar que ocupa Mafalda en este contexto, la acerca al feminismo rural, realizando un trabajo muy activo en las comunidades y mujeres campesinas. Esta postura se acentúa en los años 90’, a partir de lo que señalamos respecto de la institucionalización de un sector del movimiento feminista. En aquellos años, fueron naciendo nuevas organizaciones, como la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, ANAMURI, que lidera Mafalda en conjunto con otras compañeras, y que desde 1998 comienzan a trabajar en una organización de mujeres y para mujeres, iniciando un camino fuera de la institucionalidad, relevando las demandas frente al extractivismo capitalista y patriarcal.
La experiencia de vida y las memorias de Mafalda, nos permiten, entonces, reflexionar sobre la militancia, el feminismo, las luchas y resistencias a lo largo del tiempo, las tensiones, los temores y desafíos para el futuro, en contextos tan diversos de la historia reciente de Chile.
Entrevistadores: Primero que nada, queríamos pedirte que pudieras presentarte y contarnos un poco sobre ti
Entrevistada: Hola, mi nombre es Mafalda Galdames Castro, nací en Santiago y soy hija de una familia de cinco hermanos. Mi padre es de origen campesino y mi madre una obrera textil, y, cómo todas las emigraciones internas de acá de Chile, ellos se encontraron en Santiago y establecieron su vida familiar en el barrio Estación Central. Mis primeros pasos de niña, infantiles y adolescente siempre fueron por el barrio Pila,1 calle 5 de abril, antes de llegar a la famosa Villa Francia,2 que eran fundos antes […] hasta mi juventud viví allí.
Estudié la enseñanza media en la Escuela Técnica Femenina N° 2, que queda en Matucana frente a la Quinta Normal,3 allí comenzó mi labor política desde el colegio, la verdad es que la empecé en 8vo. año básico, en el Liceo integral N° 1, Liceo que ya no existe porque que después de la dictadura fue derribado […] porque era un colegio emblemáticamente de izquierda […] desde allí comenzó mi accionar político.
Eran los años de la reforma educacional en Chile, el año 1968, la época de todos los movimientos grandes, coordinados a nivel de país, entre los estudiantes y el profesorado, cuando se hizo la gran reforma educacional y que incluso hasta participaron los estudiantes de la Universidad Católica que tomaron la universidad.4 Fue un movimiento histórico que marcó toda nuestra generación y, desde allí para adelante, por supuesto que el accionar estudiantil siempre estuvo ligado al accionar político.
Mafalda, ¿cómo se llamaba la Federación de Estudiantes?
La nuestra era la FEITECH, Federación de Estudiantes Técnicos, Industriales y Comerciales de Chile, que agrupaba toda la enseñanza técnico profesional; y, en el otro nivel estaba la FESES, que era la de los estudiantes secundarios. Yo fui dirigenta de la FEITECH, fui delegada estudiantil de mi colegio ante la FEITECH y fue fui activa militante política, representando en ese momento al Partido Socialista; la Federación era históricamente de izquierda […] se manejaba entre el Partido Comunista y el Partido Socialista.5 Por el origen de clase de nosotros como estudiantes, y, por el segmento social que representábamos, desde ahí había una segmentación social donde se suponía que la FESES eran los estudiantes que iban a pasar a la universidad y, nosotros, la FEITECH, íbamos a pasar a ser los trabajadores de mando medio, entonces históricamente estuvimos así separados.
Jugué un rol importantísimo en la enseñanza media, me tocó incluso, en la época de la Unidad Popular, ser delegada ante toda la educación nuestra profesional, para estudiar y planificar la ENU (Escuela Nacional Unificada),6 desde la enseñanza profesional; me tocó participar en Los Andes,7 en carácter de internado, junto a todas las profesoras y directoras de los colegios; fui la única representante estudiantil en esa Conferencia para trabajar el tema de la ENU, por lo tanto me quedé con esa experiencia, para mí inolvidable, de poder aportar como estudiante a un proceso que creíamos que iba a ser válido y que iba a ser reconocido en el país en algún momento […] pero, desgraciadamente, la ENU fue uno de los obstáculos que puso la derecha para que la Unidad Popular no siguiera adelante.
Si tú lo piensas, había dos puntos que no iban a dejar pasar –se refiere a la derecha–8 que era la reforma agraria,9 con la tendencia de la tierra para los campesinos, y, la formación de la conciencia desde la educación, que ellos consideraban que iba a ser una educación marxista para crear una “antro” de comunistas en el país y terminar con la libertad de expresión […] que eran por supuesto falsedades, porque lo único que se pretendía con la ENU era, precisamente, una enseñanza nacional unificada, que no segmentara por clases sociales, que se invirtiera la pirámide que estaba muy implantada en el país, que unos pocos solamente llegaban a ser universitarios y profesionales de gran nivel, quedando abajo de la base social de la pirámide, la clase pobre que nunca podía avanzar. Piensa que yo, siendo estudiante profesional, accedí inmediatamente a la universidad, y quedé en la Católica, aunque no me hayan preparado nunca para entrar a la universidad; ahí uno se da cuenta, desde la vivencia misma, que la separación social era injusta.
Yo entré a la Universidad becada por la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas, que en ese momento entregaba las becas a los estudiantes que no podían avanzar en la enseñanza superior, yo pude entrar becada, pero todo eso se truncó con el golpe de Estado porque a mí me quitaron la beca, estando ya en la universidad y además yo era muy precoz, ya me había casado y tenía hijos.
Me gustaría si pudieras contarnos un poco más sobre la experiencia de la Unidad Popular, sobre esa subjetividad, como fue esa vivencia, el triunfo Allende, etc.
Fuimos miles de miles, te habrán dicho que en esa época ni siquiera podíamos votar, porque el voto eran los 21 años de edad, pero a pesar de eso nosotras sentíamos que el proceso era nuestro, estábamos totalmente involucrados desde la juventud en este proceso de cambio y, para nosotros que saliera Allende fue un proceso maravilloso, celebrábamos, ocupamos las calles, fue un hecho maravilloso; pero además de ser maravilloso, yo tengo mis mejores años de juventud vividos en esos tres años de la Unidad Popular, porque teníamos una familia amplia, extensa, que eran nuestros compañeros militantes; éramos todos nosotros amigos, hermanos, nos queríamos de una forma entrañable; participábamos en los rayados, en las acciones voluntarias, en los campamentos de verano, participamos para el terremoto en reconstruir casas.10
A Allende le tocó un terremoto, a mí me tocó ir a la a la región del norte, en la zona que estuvo totalmente terremoteada, que era Nogales, Puchuncaví, Quilimarí; me tocó estar en Puchuncaví, en un colegio durante un mes, internados en ese colegio, mientras reconstruíamos la casa a los pobladores que vivían junto con nosotros en el mismo colegio; en una sala estábamos nosotros, los que íbamos a trabajar, y, en otra sala vivían las familias que habían quedado damnificadas, y así en todos esos pueblos. Se armó una delegación de buses y se fueron bajando Brigadas en los distintos pueblos en los que se notaba el terremoto. Tú comprenderás que se hacía con mucho fervor, con mucha mística, había fervor, la gente nos recibía en la tarde cuando llegábamos con once,11 cuando preparaban la comida, porque sabían que los muchachos iban a trabajar, no iban a farrearse el proceso.
Entonces, todas esas cosas para nosotros fueron hechos tremendos, que no se olvidan. Vivimos también acciones con la gente campesina, en la reforma agraria, hubo asentamientos que se entregaron a los campesinos y en nuestra comuna, donde yo militaba, donde estaba el Liceo Técnico, que abarcaba la tercera comuna que comprendía, en ese tiempo, las calles de Mapocho, Matucana, Alameda y Cumming, donde hay un lote de colegios en ese sector y todos los colegios, estaba el INBA, la Técnica N°2, el Comercial, el Femenino, el Liceo de Aplicación, el Amunátegui,12 y era un trabajo común que nos organizábamos para los trabajos voluntarios, para el abastecimiento y, además, teníamos un cordón sindical en el que participábamos junto con los sindicatos y los estudiantes; estaba el sindicato de las galletas McKay, que funcionaba cerca de Chacabuco; el sindicato del Hospital San Juan de Dios, el sindicato de la Fundición Libertad, que después fue la Universidad ARCIS; el sindicato de los profesores del Magisterio. Con ellos en conjunto trabajábamos para organizarnos contra el desabastecimiento,13 que estaba super potente, cuando querían desestabilizar el gobierno de la Unidad Popular, entonces hubo mucho trabajo que nos marcó para siempre y además después vendrían muchas muertes.
Mafalda, respecto de todas las actividades, ¿cómo se organizaban esas acciones, era desde el partido, el gobierno? ¿Desde dónde salía la organización?
Como estudiantes, teníamos tres instancias en las que participábamos: como estudiantes en la FEITECH; como militantes del partido en la brigada de Estudiantes Secundarios Socialistas, la BEPROS; y, además, teníamos que militar territorialmente dentro del partido en este territorio que yo te nombro. Entonces en esas tres instancias eran las que teníamos que coordinar nuestro trabajo. Estábamos ocupadas todo el día, llegábamos después del colegio a las 9 o 10 de la noche a nuestras casas, era una accionar constante de distintas actividades y por distintos frentes donde nos movíamos. Como territorio, esas eran nuestras coordinaciones, con los sindicatos del territorio, de los distintos colegios, por lo tanto, nos conocíamos con los sindicatos, había una coherencia muy grande entre el frente trabajador y el frente estudiantil, tratábamos de armonizar cuáles eran nuestras prioridades y nuestras tareas para el proceso que se estaba viviendo.
Había mucha formación política desde los partidos, y había también mucha instrucción sobre la seguridad, pero que nunca jamás se llegó a pensar que esa seguridad iba a ser tan infantil para los momentos que después llegaron, porque era un adiestramiento, cómo podríamos decirlo, inmaduro total, porque no teníamos en la mente una represión tan insana como la que vino después; entonces nuestro adiestramiento era defensa personal, era karate, judo, esas cosas que se hacían algún día a la semana, era manejar linchaco, era no sé, estar preparado haciendo guardia en los sindicatos para defenderlo, pero sin nada, o sea, con nuestro coraje solamente, con nuestros cuerpos; entonces, todo lo que se inventó, de que estábamos preparando guerra de guerrillas, incluso hasta nosotros llegamos en algún momento a creer que iba a venir un ejército armado a defender al gobierno de la Unidad Popular, y muchas de nosotras quedamos concentradas algunos días todas juntas, en casa, exponiéndonos, pensando que iba a aparecer en defensa del gobierno, que nunca llegó, entonces esos fueron mitos. Y si alguna vez hubo algo de eso, fue en grupos que no estaban totalmente conectados, ni al trabajo estudiantil, ni al trabajo sindical.
En relación a las mujeres de ese momento, ¿tenían conversaciones entre ustedes? ¿se hablaba de feminismo, o identificaban diferencias en el accionar de las organizaciones, se sentía la discriminación?
Claro, en nuestros núcleos, nosotros teníamos en el territorio, como estudiantes, tres núcleos de mujeres, que era la Técnica N°2, la Técnica N°4, y el Liceo N° 2, pero nunca hablábamos de feminismo. No estaba todavía incorporado en nuestra mente, ni en nuestro lenguaje, el feminismo; solamente sentíamos que había que trabajar por la causa común. Yo te mentiría si nos planteábamos que había una diferenciación entre nosotros, la existía, sabíamos que la existía, teníamos la diferenciación, porque por ejemplo los compañeros podían estar tarde en la noche concentrados en el local partidario, nosotras no; teníamos que llegar a nuestras casas y cumplir con un horario establecido en nuestras casas. Cuando nosotras nos quedábamos en los colegios, cuando se hacía las toma de colegio, nuestras mamás tenían que ir a buscarnos y a dejarnos, no así los compañeros; los hombres tenían libertad para actuar desde el desde su espacio privado o íntimo, nosotras no. Ellos podían conquistar a las compañeras que quisieran, nosotros teníamos las limitantes que nos habían puesto la moral nuestra desde la casa. Entonces sí que habían diferencias, y, también, había diferencias cuando se ejercía un rol dirigencial dentro de nuestros núcleos, los hombres eran los que hacían la jefatura, ellos eran los responsables orgánicos y nosotros éramos las secretarias o las tesoreras; entonces sí habían esas diferencias, pero nosotras no estábamos conscientes de que de que era una diferencia que nos disminuía frente a la incidencia política, pero actuamos igual que ellos, por lo tanto nos pedían que fuéramos responsables como ellos, que cumpliéramos en las misiones y en las tareas como ellos, pero nosotras no cuestionamos eso en esos momentos, al punto de decirle no, aquí nosotras tenemos que plantearnos una postura política feminista, porque nunca se habló de eso. Pero sí, cuando había reuniones y alguien actuaba mal, por ejemplo, cortejando de mala forma una compañera nuestra, se censuraba, se hablaba.
Y, por supuesto, que hubo compañeros que siempre se les pasó la mano en términos del pololeo, de dejar embarazada a una compañera, y nosotras les criticábamos esa actitud, les condenábamos la actitud, lo marginábamos de nuestro espacio, de nuestro círculo de amistades, pero hasta ahí llegaba la historia, no llegaba más allá. No había ese claro pronunciamiento de nosotras sobre qué era ser feminista, porque no lo conocíamos el feminismo, esa es la verdad. Éramos mujeres que luchábamos por nuestro progreso social, por el desarrollo político, por la por la incorporación de las clases sociales a este proceso de unidad, pero no pensábamos en que las mujeres tenían un rol importante que jugar como ha ido sucediendo en el tiempo y hemos ido avanzando en nuestro planteamiento político, ahora, para llegar al tiempo actual.
Desde otros países, ¿no tenían como alguna información ustedes de que había mujeres organizadas por sí misma y que ya se habla de feminismo?
No, en esa época nosotros no alcanzamos a tener esa interacción. Nosotras lo que más hicimos fue solidarizar con las causas políticas de otros países, que eran las causas que se vivían en el momento, por ejemplo, la invasión de Estados Unidos a Vietnam; entonces nuestras luchas eran absolutamente políticas, involucrando a hombres, mujeres, familia, yo no llegué a tener un documento feminista en la época. Y tampoco hubo serias contradicciones dentro de nuestro trabajo en esos momentos, hasta que llegó el golpe, no hubo mucha contradicciones con nosotros mismos, con nuestros compañeros, porque había respeto. Yo te puedo contar que, cuando a mí me tocó el trabajo voluntario en Puchuncaví, éramos dos mujeres con 24 hombres, entonces yo te yo te mentiría si te dijera que algún compañero intento pasarse con nosotras.
¿Nos podrías comentar cómo fueron las primeras experiencias de militancia después del golpe de estado?
Yo ya estaba en primero o segundo de la Universidad, estudiaba en Diagonal Oriente,14 me había casado con un militante del Partido, que era mayor que yo, y me trasladé a vivir a la comuna; entonces mi militancia tuvo dos espacios: la Universidad Católica, que era muy difícil, teníamos un pequeño núcleo, y, era tesorera de la comuna. Había muchos libros, porque nosotros las campañas las financiábamos vendiendo libros, y justo en esa semana había comprado muchos libros para vendérselos a mis compañeros de la comuna; y, llegó el golpe y fue tremendo, porque tuve que quemar todos estos libros nuevos […].
Yo tenía seis meses de embarazo cuando fue el golpe, tú comprenderás que se me vino el mundo encima, una tía me hizo sacar todo lo que había en la pieza que le arrendábamos, me ayudó mucho, me protegió, me ayudó a quemar libros y salirnos de esa casa. Yo estuve errante, por lo menos unas dos semanas, viviendo en distintos lugares; a veces nos encontrábamos con mi marido, a veces no nos encontrábamos. Fuimos el primer mismo día a quemar todo lo que encontramos en el partido –ubicado en Esperanza con Compañía –15 que fuera a ser peligroso para nosotros; algún listado, algún carnet, algo que fuera peligroso. Mi mamá me vino a encontrar muchos días después, en casa de una pariente, porque ella me buscaba de forma desesperada, para saber que había pasado con mi vida. Así que esos días para mí son de mucho dolor. Comenzamos a dispersarnos todos los compañeros, por distintos lados y espacios. Y, con el tiempo, empezamos a escuchar las noticias, que mataron a tal compañero, que fusilaron a este otro, que tomaron detenido al otro, que tomaron detenido al jefe del partido. Hubo que replegarse de forma inmediata.
Y así nació mi primer hijo, en ese repliegue, en el hospital San Juan de Dios; fueron años hasta que empezamos a rearticularnos; el Partido Socialista sufrió la caída de dos comités centrales,16 y el papá de mis hijos tuvo que acceder a un tercer Comité Central, y ahí a nosotros nos empezaron a cercar, a él principalmente porque era militante y yo seguía haciendo como pude mi vida, me metí a los talleres de Andamios en el año 1978,17 empezamos a hacer cultura, y desde allí comenzó mi trabajo social.
En esos mismos años me contrataron a medio tiempo en la Comisión Chilena de Derechos Humanos,18 trabajé como secretaria y relaciones internacionales, desde 1980 hasta 1982, que fue cuando detuvieron a mi marido Desde ahí hice una campaña internacional para salvarle la vida, porque estuvo doce días detenido desaparecido, y de ahí lo mandaron desterrado en un avión, lo sacaron desde la cárcel. Él cree que estuvo ahí en Londres19 y que de ahí lo sacaron directo al aeropuerto y lo mandaron desterrado a Brasil; nosotros estando en Chile, yo ya tenía tres hijos. Además, vuelvo a vivir otro proceso triste, porque el allanamiento se produce cuando yo estaba embarazada de ocho meses de mi tercer hijo, entonces la reunificación familiar se produce recién cuando mi niño tenía 10 meses y se produjo en México, porque él pidió asilo en México, no se quiso quedar en Brasil.
Yo seguía escribiendo, me fui a México y publiqué allí mi primer poemario, que se llama “20 poemas en el destierro” y fue publicado por Casa de Chile en México. Tuvimos los típicos problemas que se vivían en Chile, que se soslayaban y se pasaban por alto por el tema del enfrentamiento a la dictadura; allá recrudecieron, entonces no fuimos capaces de resistir un matrimonio fuera y yo me volví con mis tres hijos al poco tiempo. Yo estuve un poco más de dos años y me volví a Chile. Y ahí recién te puedo decir que yo ya era feminista.
Nos podrías contar cuáles fueron tus primeras experiencias de activismo feminista.
Yo tomé conciencia del feminismo, empecé a participar en las marchas feministas, en esos años ya estaban las marchas de las Mujeres por la Vida,20 incluso yo aparezco en uno de los volantes del listado de las convocantes, uniéndome a la convocatoria de las mujeres feministas; pero yo no había participado en ningún proceso teórico sobre el feminismo, siempre fue mi accionar. Cuando me fui a México, llevaba clara conciencia que yo me iba por acompañar este hombre, que era el padre de mis hijos, por la reunificación familiar, y allá empezaron las contradicciones súper claras entre lo que significaba ser militante-mujer y militante-hombre, y, sobre todo, en la familia y el espacio privado. Empezaron las diferencias porque yo empecé a tener vuelo propio, y a él eso no le gustó ni lo pudo tolerar, y además empecé a trabajar con las mujeres que se reunían, que eran exiliadas de distintos países, y, ahí empecé a comprender el feminismo, a través de otras mujeres uruguayas, argentinas, salvadoreñas, nicaragüenses, que venían arrancando de las propias guerras internas; cada una contaba sus experiencias y daba su testimonio, y fue a través de los propios testimonios de las compañeras que fui yo tomando conciencia de que lo que a ellas les sucedía, también me sucedía a mí, y, que en realidad, el comportamiento de los militantes siempre había sido machista y que contaban con la mujer que les salvaba todo, que ellos no se preocupan de los hijos, porque para eso estaba yo, o estábamos nosotras como mujeres para cuidar, para ver la comida, ellos eran los militantes.
Ahí yo tuve el despertar político feminista, eso fue decisivo en mi vida y, entonces, decidí volverme. No tenía sentido que yo siguiera allá, yo fui las últimas exiladas en salir, y una de las primeras en volver, porque piensa tú que en México había un exilio de 10 años, yo volví el 84´, entonces te imaginarás, cuando las compañeras me decían, pero ¿cómo te vas a volver? Yo le decía “es que aquí mi vida no tiene sentido”.
Me volví con una beca del Servicio Universitario Mundial, que creó un programa para las personas que querían retornar a Chile, para pagarles un año de sueldo con una organización que estuviera dispuesta a recibirles en Chile. Postulé a esa beca y me la dieron, me vine sola con mis niños, a insertar a la Confederación Campesina Newen, que era el brazo campesino del Partido Socialista. Ahí me recibieron, me acogieron, trabajé con ellos durante ese año y seguí trabajando después, aunque se acabó la beca, con un sueldo miserable que me daban, pero yo estaba trabajando y siendo acogida. Después, ellos me pasaron a otra institución, Agro Limitada, con un nivel mejor económico, como secretaria; éramos trabajadores de confianza ante la Comisión Nacional Campesina, que aglutinaba todas las Confederaciones según los distintos partidos políticos que existían en la época, y que eran los brazos campesinos de los partidos. Conocí a las compañeras, mujeres campesinas de todas las confederaciones, y empecé a trabajar con ellas; hicimos un trabajo muy lindo, muy activo, hasta que vinieron los años de la de la transición a la democracia y del gobierno de Patricio Aylwin.
Seguía trabajando activamente para las mujeres, porque me pidieron que fuera funcionaria del departamento femenino de la Comisión Nacional Campesina; yo empecé a hacer cuestionamiento y les decía “ustedes están para servir el café”, nosotras tenemos pensamiento político, podemos elaborar documentos y empezamos a planear, hasta que llega un momento tan importante para este este movimiento, porque ellos pensaron que con la transición a la democracia sus luchas terminaban. Todo fue sintomático, fueron abandonando la casa donde funcionábamos porque empezaron a acabarse los proyectos que financiaban este asesoramiento técnico, que venían de afuera del país, y de repente ese departamento femenino -que todavía tenía un programa de afuera- se queda solo en esa casa abandonada, con los archivos fotográficos, los archivos de prensa, con todo lo que existía. Y ahí decidimos formar, con la Pancha y la Alicia,21 que eran dirigentas de la Confederación Campesina Socialista y la Confederación Campesina Comunista, decidimos formar ANAMURI, Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, en el año 1998, hace 25 años. Nos llevamos todo lo que pudimos de esa casa grande a una casita chica; no nos declaramos feministas en un comienzo, porque estas mujeres no eran feministas, yo era la única que tenía claramente mi pensamiento político y ya no militaba en el partido, llegando de México no milite nunca más en el Partido Socialista. Entonces, me inscribí totalmente al movimiento cultural y al movimiento feminista, no tenía sentido militar en un partido que seguía conservando las mismas tradiciones machistas patriarcales.
¿Durante la dictadura participaste mucho en el ámbito cultural, y en qué organización o territorio estuviste?
Yo me movía solo en el área metropolitana, me movía en el ámbito de la poesía, en los talleres Andamio, en la Unión de Escritores jóvenes, que se formó más o menos en la misma época, en una agrupación que había formado en esa época, que se llamaba Agrupación Cultural Chile, y que aglutinó la literatura, el folklore y el teatro en una sola agrupación; ahí estaban los emblemáticos del Teatro Imagen, los folcloristas, los payadores. Yo siempre me moví en esos tres espacios, y, cuando volví de México, al trabajo más dedicado de la Confederación Campesina, y en el aparato técnico que era Agro Limitada. Empecé a escribir, a hacer muchos artículos relacionados con el tema campesino, empecé a hacer capacitación; fui facilitadora en distintas áreas de trabajo, hicimos talleres de comunicación, de formación política, desarrollo personal, autoestima, todo lo que tenía que ver con el desarrollo de las mujeres y, a nivel mixto, me dediqué mucho a la formación sindical organizacional.
Mafalda, ¿cuáles eran las principales discusiones en ese tiempo, más allá del retorno a la democracia, de la lucha por las y los compañeros que estaban desaparecidos, por las y los caídos? ¿Había discusiones feministas o estaba un poco mezclado entre el sobrevivir, seguir militando y siendo activa?
Mira, en el en el ámbito rural siempre todo está muy mezclado, es muy difícil abarcar temas específicos del feminismo hasta el día de hoy; siempre fue muy difícil hablar de violencia hacia las mujeres o del tema de los derechos sexuales y reproductivos, que son temas que son muy pocos públicos para las mujeres rurales; entonces, cuesta mucho llegar con esos temas que, siendo temas de mujeres, podrían abarcarse desde mucho tiempo atrás, y no se toman porque no existe esa apertura o libertad para hablar así abiertamente sobre esos temas. Entonces, no hablábamos de feminismo porque no podíamos. Había que hablar de otros temas, las mujeres sufren mucho en el campo rural la violencia, además que hay diferencias grandes entre la ruralidad y el mundo mapuche, entonces las mujeres mapuche defienden a brazo partido su cosmovisión indígena, la dualidad que dice que hombre y mujer son iguales, y nosotros tenemos que desmitificar eso en el sentido decir “no, pero la violencia que existe dentro de los hogares mapuches es grande, y la ejercen los hombres, no la ejercen las mujeres”; cuando hay alcoholismo el hombre es muy violento y eso se guarda, se calla en función de la defensa de la cosmovisión indígena. Hemos tenido que lidiar con eso, o sea, tú hablas de feminismo y a muchas mujeres se le erizan los pelos. Ahora, con esas mujeres, estamos hablando de feminismo campesino y popular, porque se ha elaborado todo un planteamiento teórico para poder llegar a ellas y decirles este feminismo es un feminismo nuestro, que tiene identidad, que tiene raíces que las identifica y las hace comunes a todas las mujeres de Latinoamérica, debido al coloniaje, desde ahí viene este sometimiento; pero antes no podíamos hablar de eso, ahora hemos avanzado en este planteamiento y se está trabajando desde diez años; es un logro para las organizaciones campesinas el poder abordarlo, pero hay organizaciones campesinas mixtas que no lo trabajan.
Y en el ámbito cultural, ¿se daban discusiones con los compañeros desde el feminismo?
En lo cultural sí se podía hablar de estos temas, yo me sentía con más libertad de acción, porque podía hablar claramente de nuestros planteamientos feministas con mayor altura de miras y una mayor aceptación para para abrir debates, entonces sí era diferente. El espacio cultural nunca lo dejé de lado, porque me sentía mucho más libre para plantearme a través de mis escritos y a través de mis pensamientos, a través de lo que pensábamos las mujeres que estábamos trabajando en la cultura. Ahora, en los talleres de Andamio somos muy pocas las mujeres que quedamos activas, éramos más de 50 y de esa generación que damos muy pocos activos, yo soy una de las pocas mujeres, no sé si existe otra compañera de esa generación, cada una tomo un rumbo propio y no siguieron escribiendo.
Nos podrías contar cómo era el trabajo en lo cotidiano en Andamio, ¿cómo se planteaban lo que iban a escribir y el pensamiento femenino de la época?
Nosotros teníamos una dinámica bastante original, porque nos tratábamos de reunir una vez a la semana, y las mujeres establecimos una cofradía muy afectiva, muy de los cuidados entre nosotras, nos preocupaba cómo estábamos cada una, yo creo que eso era lo que más importaba en aquellos tiempos, la afectividad. Los talleres eran para juntarse, convivir, conocerse, eso era muy importante para la época […] entonces lo que más se practicaba era el cuidado, y entre las mujeres teníamos esas complicidades que nos hacían falta, que nos ayudaban mucho a sobrevivir, había mucha complicidad. En términos de Literatura cada una escribía su pensar, su sentimiento, lo compartíamos y trabajamos […] el objetivo era escribir y solidarizar […].
Siempre estuvimos así, siempre la cultura funcionó muy unida a la política, para que la gente pudiera acudir y no tuviera miedo, fuera perdiendo el miedo a través del arte, de la canción, de la poesía […] hubo acciones solidarias, entre nosotras mismas armamos cajas de cuando se sabía que alguna compañera o compañero estaba enfermo o estaba mal, se armaba la caja de alimentos, se comunicaba, le está pasando esto, necesita ayuda, entonces cooperábamos con lo que podíamos en alimento y existía mucha solidaridad, la tarea primaria era sobrevivir y ¿cómo convocábamos esa sobrevivencia? a través de la cultura.
¿Y cómo hacían con el financiamiento?
Todo autofinanciado, yo te puedo decir que pasé hambre, pasé muchos momentos de miseria, pero miseria, pero inventábamos cosas para sobrevivir […].
Cómo ves la situación actual
Están ajenas a esos sentimientos de solidaridad, impera mucho el afán de poder, el figurar sin tener esta vocación de servicio comunitaria, entonces cuesta mucho. Lo acabamos de ver en este proceso último, donde la decepción fue grandísima, para las personas activistas que llevamos tantos años en esta historia. El golpe ha sido mucho más grande para nosotras. Yo tenía esas serias contradicciones, después creamos -yo fui una de las creadoras- la orgánica Mujeres en Marcha Chile, que existe hace 15 años, o sea, 10 años más tarde que ANAMURI, y la creamos con la intención de desarrollar más política interna y abarcar temas que no abarca ANAMURI, entonces esos temas son todavía tabú en ANAMURI, como el tema del aborto. En cambio, en Mujeres en Marcha Chile lo asumimos como un eje principal de nuestra discusión política, como una de las plataformas de lucha y de acción de nuestra orgánica, entonces Mujeres en Marchas Chile es otro referente de mujeres que son generacionalmente más jóvenes, con mentalidad más abierta a los temas, a la disidencia sexuales, pero también tomamos los temas de soberanía alimentaria y de los cuidados; y desde ahí yo planteé que íbamos a ser complementarias a lo que hace ANAMURI y no competitivas, porque no puede haber competitividad en los temas que abarcamos las mujeres; y esta es una orgánica que sí se define claramente feminista, y defendemos que existen diversos feminismos, pero que dentro de esos diversos feminismos puede haber esta unión entre lo rural y el urbano, y que se vea como como un trabajo de complemento para las luchas feministas.
Yo me acuerdo que muy bien cuando empezamos con el tema de la salud y los derechos reproductivos y sexuales en el MEMCH, cuando se hacían estas coordinaciones, se hablaba solo de aborto, y, un día yo dije está bien, nosotras vamos a apoyar la lucha por el aborto; en este tiempo ni siquiera era el aborto libre seguro y gratuito, era el aborto entre causales. Entonces nosotras como ANAMURI dijimos está bien, nosotras vamos a apoyar, vamos a estar aquí alineadas junto al movimiento feminista, pero ¿cuándo ustedes van a hablar de soberanía alimentaria? ¿cuándo van a hablar de defensa de la biodiversidad y de territorio? Unamos la lucha, pero unámosla de verdad, porque la soberanía alimentaria es un tema país, no solo un tema de mujeres rurales y campesinas, porque ustedes tienen que alimentarse para vivir y, si ustedes quieren tener aliadas que realmente sientan que el aborto es un tema, también hay que compenetrarse con los otros temas de las otras mujeres.
Hemos avanzado en esas luchas, porque ahora las feministas hablan de soberanía alimentaria. Las feministas Abya Yala, el feminismo comunitario está por la soberanía alimentaria, la defensa de la semilla, del agua, de los territorios; al final hemos avanzado en términos positivos hacia logros comunes, hacia esfuerzos de una lucha común.
Queríamos preguntar tu opinión sobre este nuevo feminismo, de las secundarias, del tsunami feminista en las universidades, exigiendo protocolos de género, se junta con el tema del aborto, hay un estallido ahí que es antes de la Revuelta Popular.
Nosotras estábamos felices con eso, porque después ha habido una variante, con el movimiento feminista emergente, desde la secundaria, desde la universidad y creo que de todas maneras hemos logrado bastante masividad en el pensamiento feminista; pero lo que nos preocupa últimamente es que en las últimas marchas se ha visto una manifestación de mujeres que son todas jóvenes, no reflejan relación con las orgánicas, como que hay muchos movimientos esporádicos y que surgen como la marea, o sea, cuando está la marea alta se pliega todo el mundo, y, cuando está la marea baja se van a su casa.
Entonces, son dos preocupaciones que tenemos en estos momentos: el “feminismo violeta”, como le llamamos nosotras, es el feminismo cooptado por las casas comerciales y la propaganda comercial, para cautivar a mujeres para el mercado y que ha sido horrendo, porque ellos tienen los medios de comunicación, la pantalla, la televisión, tienen todo a su alcance para coaptar a las mujeres para ese feminismo, y está muy ligado al feminismo de la derecha, a las mujeres que tienen que ver con los poderes fácticos del neoliberalismo; por eso pensamos que, si no hay formación política constante, esas mujeres jóvenes se pueden perder, y el feminismo puede perder también su norte, pues pasa a convertirse en algo de moda, pasa a convertirse en que “ah, ahora sí que somos todas feministas”; entonces para qué va a haber una lucha social, si total ya está superado todo, total las mujeres tienen cargos en el gobierno; las mujeres somos 50% en todas partes. Incluso el gobierno feminista actual tiene el tema de los cuidados oficializado, pero no es el tema de los cuidados que las feministas planteamos desde siempre, que es cambiar la mentalidad de lo que significa esta dualidad público-privada, de lo que significamos para la economía del país, del aporte que realizamos las mujeres en la economía del país, de lo que significa el trabajo de las mujeres, todo el día cuidando, trabajando. Entonces no hay una real dimensión de lo que es el tema de los cuidados y cómo se debe cambiar esa mentalidad, de cómo la tarea se debe asumir en el espacio público, en el espacio privado y derribar esa barrera, porque es falso las mujeres para lo privado y los hombres para lo público, eso ya no existe, eso hay que derribarlo, hay que desecharlo, entonces tenemos esa preocupación.
Finalmente, quisiéramos preguntar ¿cuál es tu reflexión a 50 años del golpe cívico militar?
Mi reflexión es que hoy tengo tanta pena acumulada; creo después de lo que pasó con la nueva constitución, teníamos todas las esperanzas puestas en que por lo menos íbamos a tener una etapa de vida, como la vejez tranquila, sabiendo que algo habíamos superado en la historia, que era derribar la Constitución de Pinochet.
Entonces, tengo tantas contradicciones en mi cuerpo y en mi cabeza, que a veces pienso si vale la pena, en esta etapa mía, de mi vida y de la vida de mi generación, seguir luchando. A veces pienso que este pueblo tiene que -no es que quiera yo que salga un gobierno de derecha- pero a lo mejor hace falta que se les apriete para que entiendan lo que significa vivir en un gobierno facho, y tal vez tenga que surgir una nueva generación que enfrente ese proceso político. A nivel latinoamericano, a nivel mundial, está girando totalmente hacia la derecha; la política internacional va hacia allá con todos sus tentáculos; es un gran pulpo que tiene enormes tentáculos, y el poder está cimentado en la economía internacional, y las luchas no la llevan en estos momentos los estados o los gobiernos, la están llevando los poderes corporativos, las multinacionales, el gran poder económico.
Entonces, si la gente no entiende que no son los políticos los que en realidad van a cambiar este sistema, es el sistema tiene que cambiar desde las bases económicas, porque el capitalismo va a seguir por mucho tiempo, vengan los gobiernos que vengan, porque ellos se reformulan, se reconstruyen y tenemos tantas evidencias actuales en el mundo, con lo que pasó con el COVID, con lo que pasa con la muerte de la gente a raíz de las enfermedades, de la pandemia, con estos experimentos que se hacen en los laboratorios, con la tecnología, la inteligencia artificial, que va avanzando a pasos agigantados para controlarnos de otra manera, y la gente no tiene conocimiento porque no accedemos a ese conocimiento, para que le digan “mire, esto no es tan lindo como parece”, esto va a ir eliminando el trabajo humano, para ir empequeñeciendo la estructura laboral; entonces, hay tantas cosas que están en contradicción con nuestro pensamiento, que una dice 50 años, hemos tenido algunas luces de lo que queríamos cambiar, esta historia, de este país y no se ha hecho, no hemos demostrado coraje para hacerlo, porque en realidad ha faltado coraje, porque no ha habido la intención clara de quienes se supone orientan y dirigen la política en este país de cambiarlo, porque a ellos también les acomoda el sistema, ellos están acomodados en estos sistemas, en el Congreso, los representantes públicos, se acomodan de una u otra manera y esto no cambia. Entonces tampoco creo que el feminismo pueda decir ya, hemos sobrepasado barrera y ahora podemos sentarnos a descansar, porque no es así.
El panorama no lo veo alentador, en términos de justicia social, de bienestar y bien común, no lo veo alentador; todavía hay muchas injusticias que superar, hay muchas temas sociales que no están siendo solucionados y que pueden provocar otras grandes penas para el pueblo, para el país, para la sociedad en su conjunto; piensa que ni siquiera hemos hablado de la migración, que es un tema fuerte en Chile, porque no se tomó responsablemente, no hubo política migratoria para recibir tantos inmigrantes y aquí pagan justos por pecadores, porque no somos nosotras las que tenemos que condenar la migración, que es producto de los procesos sociales que se viven en el mundo. Entonces, si no se entiende eso, porque hay mucha desinformación en el país, Chile está políticamente desinformado, hay una despolitización a nivel de base, a nivel popular, no hay educación cívica, a los profesores no se les permitiera hablar de política. Hubo una censura grande durante décadas, entonces es lo que estamos viviendo ahora, las consecuencias.
Referencias
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Notas
Recepción: 11 Mayo 2023
Aprobación: 30 Mayo 2023
Publicación: 01 Junio 2023