“Devenir testigo”, un proceso social
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Resumen
En el año 2011, los investigadores Jacques Walter y Béatrice Fleury, de la Universidad de Metz (Francia), iniciaron un programa de investigación internacional e interdisciplinario titulado “Carreras testimoniales. Los [procesos de] ‘devenir-testigos’ de conflictos de los siglos XX y XXI”. El programa reunió a académicos de Francia, Alemania, España, Ucrania, Armenia, Ruanda, Canadá y Argentina para pensar de qué manera las sociedades elaboraban sus memorias ante conflictos sangrientos y hechos traumáticos. El eje de los trabajos y las discusiones, desarrollados durante tres años, fue el rol de los testigos de tales acontecimientos de violencia. El programa tomó como punto de partida la constatación de que, en este tipo de procesos memoriales, no sólo el testimonio (como acto de habla y narración de lo acontecido) sino también el/la testigo (como actor con intervención pública y como figura emblemática) eran piezas fundamentales de la construcción de memorias. Walter y Fleury advertían que los testigos, en tanto actores centrales de los procesos memoriales, habían sido poco investigados. Aunque ciertos trabajos de gran difusión– como el de Wieviorka que caracterizaba “la era del testigo” y el de Ricoeur que examinaba la fiabilidad del testimonio– daban pistas para entender el rol central de los testigos, Walter y Fleury proponían investigar en profundidad la premisa de que “devenir-testigo” no tiene nada de natural. Que para que una persona que vivió o presenció determinados hechos traumáticos se convierta en testigos e necesitan una serie de mediaciones, dispositivos y contextos que no están dados ni son iguales para todos los casos. En ese marco, la noción que acuñaron de “carreras testimoniales” les permitió interrogar las trayectorias de los/las testigos a lo largo del tiempo, entender cómo surgía su palabra pública, estudiar en qué contextos se legitimaban y cómo se iban transformando sus modalidades de intervención. Los resultados de esas investigaciones, publicados en tres volúmenes entre 2013 y 2015, permiten advertir que los/las testigos reconocidos/as públicamente – sobre todo cuando sus trayectorias testimoniales se prolongan por muchos años–no son sólo un emergente de procesos sociales más amplios ni el resultado de características individuales y personales, sino que dependen de una configuración específica en la que biografía, historia y memoria social se anudan de manera singular.
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